En tiempos de la dinastía Tang, el filósofo chino Huang Tse Chen se hizo célebre y rico con una convincente doctrina sobre la irrealidad de las lluvias, con la que se consolaban, sobre todo, los habitantes de las zonas lluviosas del Imperio. Tanto así que cuando las lluvias eran más torrenciales era justamente cuando con mayor algarabía se despojaban de sus sombreros y chinelas.
Huang Tse Chen, que había tenido una juventud miserable, acostumbraba pasearse los domingos por el mercado. En uno de esos paseos encontró un día a un vendedor de paraguas y se detuvo a explicarle los fundamentos de su doctrina. Fue tan claro y persuasivo en su exposición que, al cabo de ella, el vendedor de paraguas no pudo contener las lágrimas y lloró. Chen le preguntó el motivo de su llanto y el hombre le respondió: Huang, lo que tú dices de la lluvia es gran verdad, pero yo no sé hacer otra cosa que vender paraguas, si no lo hago morirán de hambre mi mujer y mis hijos.
Las lágrimas y el dolor del hombre conmovieron de tal modo a Huang Tse Chen que esa misma noche se encerró en sus aposentos con el fin de formular una nueva doctrina, pero esta vez sobre la irrealidad de las lágrimas. El retiro duró treinta días y treinta noches.
Cuando Huang Tse Chen concluyó sus meditaciones era domingo. A partir de entonces, el mercado vio la reconfortante escena de dos vendedores de paraguas charlando y riéndose alegremente.
Huang Tse Chen, que había tenido una juventud miserable, acostumbraba pasearse los domingos por el mercado. En uno de esos paseos encontró un día a un vendedor de paraguas y se detuvo a explicarle los fundamentos de su doctrina. Fue tan claro y persuasivo en su exposición que, al cabo de ella, el vendedor de paraguas no pudo contener las lágrimas y lloró. Chen le preguntó el motivo de su llanto y el hombre le respondió: Huang, lo que tú dices de la lluvia es gran verdad, pero yo no sé hacer otra cosa que vender paraguas, si no lo hago morirán de hambre mi mujer y mis hijos.
Las lágrimas y el dolor del hombre conmovieron de tal modo a Huang Tse Chen que esa misma noche se encerró en sus aposentos con el fin de formular una nueva doctrina, pero esta vez sobre la irrealidad de las lágrimas. El retiro duró treinta días y treinta noches.
Cuando Huang Tse Chen concluyó sus meditaciones era domingo. A partir de entonces, el mercado vio la reconfortante escena de dos vendedores de paraguas charlando y riéndose alegremente.
3 comentarios:
¡Qué buena historia! Una muestra de que en el Internet no todo es basura. Este blog promete. Suerte Poeta.
KURIOSAS SITUACIONES SOBRE LAS DIFERENTES MOTIVACIONES KE DETERMINAN NUESTRA FELICIDAD O DOLOR.
TEXTO MUY INTERESANTE Y KE ME LLAMO LA ATENCION AL PRIMER GOLPE DE VISTA. :)
ATTE.:TOSCANO
El filosofo que ve soslayada su interacción metafísica ante la respuesta pragmatica... de sobrevivir xq no encuentra mejor respuesta. La filosofía es una aproximación de la realidad a pesar de su naturaleza totalitaria; no le permite entender xq sobrevivimos.
Buen relato
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