miércoles, 18 de julio de 2007

ADHESIÓN


La tragedia del liberalismo es que no puede deshacerse del ropaje de la “democracia”. Necesita de ella como los ladrones y los asesinos de una buena coartada. Es un ropaje incómodo, pero debe ataviarse con él si no quiere dejar al descubierto sus pezuñas despóticas y sus garras de tirano. El liberalismo ha consignado en casi todas las constituciones del mundo el derecho a la sindicalización y a la huelga ( su condición de “demócrata”, así se lo exige), pero quienes lo ejercen (como ahora los maestros del Sutep y los trabajadores de otros gremios) pasan a ser automáticamente violentistas y desadaptados. Y es que el mito de la “democracia” se ha convertido en una mascarada patética, en un desecho histórico. En su tiempo, sirvió a los burgueses para liquidar a la monarquía, pero ahora sólo les sirve como una pobre estratagema para sojuzgar. Cada vez los demócratas se muestran más hipócritas y cínicos. Pretenden vendernos el bulo de que todos somos iguales ante la ley, que el poder judicial es independiente, que el fin del estado es la “persona humana”, que existe libertad de prensa, que las elecciones representan la voluntad del pueblo…y otras paparruchadas más. La realidad les grita en la cara, diariamente, que ese cuento ha dejado de ser el edulcorado somnífero que fue en el siglo pasado. La realidad les demuestra, diariamente, que los asertos del sabio de Tréveris siguen de pie. La realidad les demuestra, diariamente, que allí donde se levanta la voz de un revolucionario, el derecho a la libertad de pensamiento y a la libre expresión desaparecen. Usted puede protestar todo cuanto quiera, pero dentro de “la ley y el orden” (es decir la ley y el orden de los poderosos), pero si usted pretende imponer la ley y el orden de las mayorías, aténgase a la persecución, a la cárcel y por qué no a la muerte. La lucha social, sin embargo, continúa vigente. Por tal razón los demócratas no dejan de fabricar jaulas y pistolas. Están en su derecho. Pero quienes creemos en el nuevo mito de la redención social, los que anhelamos que el “hombre se haga hombre”, que inclusive “los ricos se hagan hombres”, como quería Vallejo, tenemos igual derecho a decir nuestra verdad y a luchar por concretarla. Saludo al pueblo peruano que ha levantado sus puños en la protesta generalizada que vive el país. Alan García y sus turiferarios quieren la paz de los cementerios. Nosotros queremos un país en movimiento, en ascenso vertiginoso a la conquista de su dignidad y de su liberación definitiva.

2 comentarios:

Harold S. Alva Viale dijo...

La tragedia del socialismo es que no puede deshecharse de ese ropaje de violentistas y de ese vaho que los presenta como sujetos mendicantes, deseosos por ese estado de bienestar que "debe" ofrecerles papá gobierno. No es personal, Alberto. De allí que aparezcan y se aplaudan a Huaynalayas, Diez Cansecos, Letts y Patrias Rojas.

L. M. Armas dijo...

"El liberalismo ha consignado en casi todas las constituciones del mundo el derecho a la sindicalización y a la huelga". Sí, efectivamente, ha consignado el derecho a la sindicalización y a la huelga, pero no a la barbarie, mi estimado poeta.

“Nosotros queremos un país en movimiento, en ascenso vertiginoso a la conquista de su dignidad y de su liberación definitiva”… Y por lo que parece, también quieren un país miserable, cómo Cuba, Venezuela y todos los países en los que se viene aplicando esta roñosa ideología. (¿Quiere más ejemplos?)

Usted me habló de subjetividades en mi crónica, pero aquí en su texto, discúlpeme la verdad, abundan. Usted odia a los liberales, pero nosotros, sus amigos, lo leemos, lo escuchamos, lo toleramos, y hasta lo queremos. Un abrazo, y reitero mi admiración hacia su literatura, sólo hacia su literatura.