Ricardo Virhuez, director de la Revista Peruana de Literatura, me ha hecho llegar la siguiente nota, que me parece interesante desde varios puntos de vista. Lamentablemente no comparto todas sus opiniones, pero eso será motivo para un post que pronto subiré a mi blog. Lo que sí considero necesario es debatir el tópico, ojalá mis lectores se animen a hacerlo. (AA)
El caso de Melissa Patiño, principalmente un caso contra los derechos humanos debido a la injusta privación de la libertad de la joven poeta, debería ser (si no lo es ya) el enorme espejo donde los escritores podemos mirarnos a la cara para reconocer nuestras falencias y los nuevos caminos que podríamos recorrer. Creo que en este espejo nos reflejamos como un rostro corroído por el individualismo (no por la individualidad, necesaria y consustancial a los creadores), el gesto del apolítico que encubre la mezquindad y, curiosamente, una malsana envidia que se pregunta cómo una joven poeta puede lograr tanta fama ("y yo no") o afirma sin tapujos que la poeta ahora deberá hacerse poeta (antes no lo era porque "yo no la conocía").
No se trata de anécdotas. Se trata de una forma de vida que ha convertido a los escritores en los seres marginales que son, y no en las personas creativas y solidarias que deberían ser. Seamos realistas. Publicar apenas 1,000 ejemplares para casi 30 millones de peruanos significa que nuestro ridículo tiraje apenas llegará al 0,003% de los lectores peruanos. Por tanto, es lógico que casi nadie haya leído nuestras obras. Salvo Vallejo o Arguedas o Vargas Llosa, los escritores peruanos somos unos tremendos desconocidos en puestro propio país. ¿Y vamos a darnos ínfulas cuando sólo somos sombras y fantasmas en el universo literario peruano?
Sigamos siendo realistas. En el Perú, es un delito no pagar derechos de autor. Y mal que nos pese, solo las grandes editoriales pagan derechos de autor. Las editoriales pequeñas, esas que fundaron a duras penas nuestros amigos, esas que publican nuestros libros y nos dan 50 o 100 ejemplares como si fueran "derechos de autor", esas editoriales cometen precisamente el delito que como escritores debería escandalizarnos: no pagan derechos de autor y encima nos embaucan con unos cuantos libros.Y quien comete un delito es un delincuente, no lo olvidemos. Pese a quien le pese, Alfredo Bryce cometió numerosas veces el delito de plagio, y es un delincuente, un plagiario, y lo sería en mayúsculas si fuera sentenciado por ello.
Ahora miremos a nuestros pequeños editores, esos que diagraman e imprimen nuestros libros a costos irrisorios, pero los venden a cinco o diez veces más sin gastar en publicidad, sin gastar en distribución, sin poner un centavo más al gran esfuerzo de pagar a la imprenta. Pero curiosamente son los mismos escritores quienes permitimos esta situación. Somos los escritores quienes creamos a nuestros propios monstruos, es decir a nuestros pequeños editores, y afirmamos sueltos de huesos que "por lo menos se ha publicado mi libro". Así es, no importa el delito, lo que importa es que "mi" libro sea publicado.
Podríamos presentar como justificación que si no fuera por estos pequeños editores, las grandes editoriales jamás hubieran publicado la mayoría de los libros peruanos que ahora sabemos que existen. Lo terrible es que esta afirmación puede ser cierta, pero decirlo implica reconocer en el pequeño editor (aquel que no paga derechos de autor) a un mal necesario.Por lo tanto, ¿qué impide que la exigencia del pago de derechos de autor sea el movilizador de una asociación de escritores realmente representativa? Ya lo es para los compositores, y les va muy bien. A este primer objetivo, podemos añadirle precisamente lo que motiva esta nota, que es la defensa de los derechos de los escritores como ciudadanos. Y un tercer añadido, la creación de un fondo editorial de tal magnitud que sea capaz de publicar grandes tirajes para llegar a un alto porcentaje de la población.
Seamos realistas, nuevamente. Salvo la experiencia de Manuel Scorza, no conozco otro esfuerzo editorial -ni en grandes ni en pequeñas editoriales- por llegar a amplios sectores del país. Nunca les ha interesado que la mayoría de nuestro pueblo acceda a la lectura. Y las agrupaciones de escritores, regionales y capitalinas, desde la defección de la Anea, han obedecido a objetivos extraliterarios: promoción personal o promoción empresarial de las pequeñas editoras. Por eso jamás se preocuparon -ni se preocupan ahora- por exigir los pagos de derechos de autor, por defender los derechos humanos de los escritores, ni por exigir la formación de un gran fondo editorial para la distribuición masiva de libros. El silencio de todos los gremios y agrupaciones de escritores sobre estos puntos (y sobre el caso de Melissa en particular) es elocuente.
Hace cinco años, cuando publicamos el primer número de la Revista Peruana de Literatura, lanzamos la idea de formar la Asociación de Escritores del Perú. Tuvimos cientos de adhesiones de escritores peruanos en todo el mundo. Pero fuimos claros en señalar que esta asociación debería ser representativa, es decir que realmente debería integrar a escritores dedicados a la literatura. La idea sigue pendiente de hacerse realidad. Pienso que si el caso de Melissa es nuestro espejo, es decir la muestra indubitable de nuestros errores y esperanzas, siempre estaremos a tiempo de enrumbar por los caminos necesarios a nuestra profesión u oficio, que es la literatura. No necesitamos de más escritores que desconozcan la solidaridad y elijan la soledad en lugar del esfuerzo colectivo. Creo que para vedetes ya tuvimos bastante. Por ello, miremos bien nuestro espejo. La mafia aprista en el poder apenas está comenzando. Ya formó paramilitares. Ya detuvo a una poeta echándose al bolsillo a jueces y fiscales. ¿Hay algo más que este gran espejo no muestre con claridad y contundencia? (Ricardo Virhuez, Revista Peruana de Literatura)
2 comentarios:
Poeta extraño sus crónicas. No descanse. Un fuerte abrazo.
Bueno ¿cómo exigir derechos de autor cuando uno mismo está pagando por todo el tiraje?
La mayoría no dan 100 o 50 libros . . . NOS ENTREGAN TODOS los que pagamos, y a vender se ha dicho
Llamar a los familiares, amigos, conocidos . . .
a ver si se logra algo
pero que paguen derechos de autor . . .
casi siempre es uno es el que paga todo
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