viernes, 29 de junio de 2007

Entorno a Proteo I


Proteo: Dios Marino de la mitología griega. Hijo de Océano y Tetis o, según otra tradición, de Neptuno. Dotado de poder profético y capaz de metamorfosearse infinitamente. Revelaba el porvenir a aquellos que lograban capturarlo, lo que sólo era posible mientras dormía.
(Quillet T7)



Si la palabra es oral, dura lo que en el viento. Si escrita, lo que dura la materia donde se graba. No obstante, el hombre aspira a que su palabra permanezca, lo cual es posible sólo en dos lugares: la memoria y el corazón de los hombres. Pero allí sólo prevalece la palabra esencial. Y ésa es la palabra del poeta.


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La poesía vive una vida implacable. Todos sus actos son certeros, orgánicamente necesarios, inequívocos. La ambigüedad o el error la fulminan. Los poemas que se escriben para engendrar esa vida están armados contra la muerte. Ninguna sombra puede ocultarlos; ningún límite, detenerlos.

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En Borges se cumple, mejor que en nadie, el aserto de Toymbee de que la historia es hija de la mitología. Borges transparenta la historia hasta dejar visible la fuente mágica de donde ella emana. Sus poemas nos revelan que el tiempo pertenece definitivamente al misterio. Nos devuelven a las orillas de un presente precario, en donde descubrimos otra vez que somos y no somos, es decir que no tenemos historia, que estamos viniendo todavía del sueño y de la sombra.


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El poeta no afirma, el poeta interroga. Toda la poesía no es más que una inmensa pregunta en busca de la Respuesta. Pero ésta jamás se produce. Detrás de la vida, de la muerte y de la nada, mora el irritable Proteo y sus infinitas figuras. Nunca sabremos quién es ni cómo es. La poesía es inoportuna porque siempre pregunta.

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